ARENA EN LOS ZAPATOS (Una cita con Dios en el desierto)

ARENA EN LOS ZAPATOS
(Una cita con Dios en el desierto)
Has caminado suficiente en la arena de la vida y te has acostumbrado a tenerla en los zapatos, al fin y al cabo eso no cuenta, lo más difícil es el inclemente sol que golpea tu rostro e insola tu cuerpo, el frió de la noche te congela los huesos y te recuerda que estas solo mientras tratas de conciliar el sueño y piensas como no morirte.
Los peligros te atemorizan, en el desierto no hay suficiente alimento para todos, eres tú o son ellos; las fieras, chacales y aves de carroña aparecerán para arrebatar eso que quieres perder pero que luchas por conservar (tu vida), estas en el punto: "no quiero seguir en este desierto", prefieres la muerte pero te aferras a tú vida con la esperanza de un rescate milagroso, un rescate que parece no llegar. Mientras tanto das vueltas y vueltas tratando de salir del lugar al que nunca quisiste ir.
Es inevitable que tus lagrimas no corran, el sol no habla pero quema eso que le llaman el alma, es inevitable no sentirte solo si eso que llaman frió te penetra en el corazón. Mientas dices voz en cuello: — ¿Dónde estás Dios? tanto tiempo y no apareces.
Nadie te acompaña en esta dura etapa de tu vida, si eres mujer te sientes demasiado desprotegida y abandonada a tu suerte, sabes que puedes salir sola pero crees que si lo intentas morirás, lloras y dices:
— ¡No quiero estar sola!
Pero nadie escucha el clamor que sale de tu corazón (pero no sale de tus labios), mientras piensas: “si alguien leyera mis ojos y se diera cuenta que todo no está bien que me estoy muriendo en vida".
Si eres hombre tu grito es menos silencioso pero no menos doloroso, admítelo; eres valiente y aguerrido pero el sol pego tan duro que seco y resquebrajo tu alma. Nadie lo nota pero sufres, nadie lo nota pero necesitas un abrazo, algunos quizás se han dado que los chacales te han herido y las fieras te arrebataron tu seguridad pero no se atreven a hacer nada por no morir en el intento. Desfalleces en vida esperando aquellas palabras que libraran tu alma: te amo, no estas solo yo estoy contigo, palabras que han tardado mucho tiempo y que al parecer nunca llegaran.
Has estado tan solo o sola que aprendiste a conocerte y a conocer tu propia voz, has estado tan solo que has aprendido a oír la voz de tu enemigo que habla acusándote, juzgándote, maldiciéndote y atemorizándote. Al principio huías ahora solo lo soportas, al fin y al cabo no quieres seguir huyendo y si mueres todo terminara.
El desierto ha aflorado en ti, se puede ver en tus ojos, en tus palabras y hasta en el modo que caminas, te ha hecho humilde y sensible, pero por sobre todo te ha llevado a valorar las cosas que no cuestan dinero pero que valen mucho más: Padre, madre, hermanos, amigos, una compañía, quien te amé en las mañanas y te despierte con un beso pan chocolate y huevos, tu salud y tu energía, cosas y personas que darías por tener a tu lado pero como el agua entre los dedos desaparecen con el tiempo.
¿Porque estás aquí?, ¿Quién te trajo mientras dormías?, ¿nadie lo sabe? Solo sabes que un día despertaste y ya todo no era igual, y ya ha pasado mucho tiempo sin respuesta.
Quizás alguien si lo sabe, sabe porque estas en este lugar, aquel que te trajo mientras dormías. El aparece en medio de la nada, solo, en la arena camina hacia ti, no es un espejismo es Jesús que camina en la misma arena de tu vida, el camina bajo el mismo sol de tu día, el frió de tu noche, camina sin agua ni alimento en medio de fieras y chacales que huyen despavoridos, camina hacia ti mientras tu corres hacia el en busca de su protección, el abre sus brazos mientras tú te arrojas de rodillas envuelto en llanto, ¿porque lloras? te pregunta
— !Señor¡ el sol, el frió, el hambre y la sed, las fieras y chacales he quedado a mi merced, ¿porque tardaste tanto? ¿porque me trajiste aquí?.
—Te traje aquí para que estuviéramos a solas, para decirte que te amo, quiero decirte que tu amor en medio del desierto me ha hecho muy feliz, te seduje y te atraje hasta este tiempo para que fueras sensible a mi voz. Tú me pediste conocerme, no pediste lujos y cosas materiales, me pediste a mí y aquí me tienes, has conseguido lo que pediste y yo conseguí lo que quiero: sentirme amado por ti.
Ahora caminas la misma arena de la vida, pero caminas con Jesús como nunca antes habías caminado, la arena en los zapatos te recuerda que tuviste: “Una cita en el desierto”.
"Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura". (Oseas 2:14)
Por: Roverg Giraldo
roveiro.blogspot.com

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